En el último día de la cumbre de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños, el presidente uruguayo, José Mujica,
embistió en un discurso contra uno de los símbolos del capitalismo: el traje de
negocios.
"Pertenecemos a una cultura invasora, agresiva. Nos tenemos que
vestir como gentlemeningleses porque ése es el traje que la industrialización
impuso en el mundo", dijo José (seguro que me deja que le llame así), vestido con una camisa blanca y
sin corbata. "Nos tuvimos que disfrazar todos de mono con corbata"...
Mujica se caracteriza por poseer un estilo "poco
convencional". El 26 de diciembre pasado, en ocasión de la asunción y jura
del nuevo ministro de Economía de Uruguay, Mario Bergara, el jefe de Estado
vistió pantalones pescadores con la camisa suelta por fuera del pantalón y
sandalias como calzado.
En su discurso del año pasado ante la ONU habló del amor y la amistad y
pronunció una curiosa frase: "Donde se decide la distribución de los
recursos, Uruguay no entra ni a servir café".
El presidente uruguayo tiene un patrimonio declarado de 200.000
dólares, vive con su esposa en una granja a diez kilómetros de Montevideo,
maneja un auto viejo y dona el 90% de su sueldo para obras de beneficencia.
Ese estilo tan personal fue el que motivó a la cadena BBC a calificarlo
como "el presidente más pobre del mundo", mote que el mandatario
rechazó.
"Yo no soy un presidente pobre. Pobres no son los que tienen poco.
Pobres son los que quieren mucho. Yo no vivo con pobreza, vivo con austeridad,
preciso poco para vivir". Una lección para los que tienen la cabeza abierta.