domingo, 1 de diciembre de 2013

Ser o no ser...esa es la cuestión...









“Estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios”
Eduardo Galeano

En la era de la globalización el mundo se divide, ironías del destino. Por un lado los que tienen, y por otro los que quieren tener. Es que esto de borrar las fronteras contagió a casi todo el planeta de consumismo. El marketing hizo sus deberes.
Y ya no nos contentamos con nada, siempre hace falta más. Ahora solo buscamos tener para parecer, y vuelta a empezar.  Pero no vamos a sacarle mérito, nos gusta tener, y no digo tener trabajo o cosas por el estilo (aunque eso es algo que el mercado cada día provee menos), sino más y más cosas materiales.  Sé que estoy exagerando, pero en los extremos se ve claro.
Recuerdo a una mujer decir que cuando se encuentra deprimida salía a hacer la “psico-compra” para sentirse mejor, y que daba resultado (aclaro que mi postura no es machista, porque si bien estoy convencido que las mujeres compran mucho más que el hombre, sus gustos no son tan caros como los nuestros, compensando la ecuación). Uno podría pensar que es lamentable que su felicidad dependa de sus compras, pero esa forma de actuar, intuyo, se repite más a menudo de lo que creemos (y quisiéramos).
Queremos ropa diferente todos los días, el móvil cambiarlo cada temporada, el automóvil cuando pierde ese olorcito a nuevo. Ahora llegan las rebajas, y quien pueda se comprará cosas que tal vez nunca usará
Nos vamos alienando poco a poco, sin darnos cuenta, al punto de vivir casi exclusivamente para tener. Ocupamos mucho tiempo y esfuerzo en cosas que no nos brindan nada, y nos alienamos aún más, buscando maximizar la utilidad de las cosas,  pero minimizando nuestro ser. 

“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, de calabozos del aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan (ellos no lo saben, lo terrible es que ellos no lo saben), te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darles cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo a perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.”

Julio Cortázar (Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj)


Tendremos que estar a punto de perderlo todo para valorar lo esencial, y eso no solo es peligroso, también es lamentable.
¿Y el ser? Lo fundamental, la esencia de nuestra existencia, queda relegada. Como dije antes, lo más parecido es el tener para parecer, pero no es lo mismo que ser. Deberíamos replantearnos las prioridades, deberíamos ser mucho más que consumidores, deberíamos ser.  

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